Santa Teresa de Jesús
Su obra, vivencias y toda su vida.
Teresa de Cepeda y Ahumada, nació en Ávila en el año 1515. Hija de unos padres de clase media, su padre descendía de judíos conversos a los que llamaban “Marranos” los llamados cristianos viejos. Desde muy niña se dedicó, como D.Quijote, a leer libros de caballería y vidas de santos, escapándose con su hermano para evangelizarse a moros y someterse al martirio.
Su padre la envío, en contra de su voluntad, al convento de las Agustinas en Ávila, donde sufrió una rara enfermedad consuntiva que la obligó a volver a su casa para recuperarse. La que luego sería la “Monja inquieta y andariega”, escapó de su casa para ingresar en el convento de la Encarnación de las carmelitas. Más tarde fundaría su primer convento; el de S.José, en su ciudad natal.
Lo más importante de su vida fue la búsqueda constante del AMOR, a través de la oración; amor místico que superó todos los límites del amor humano para llevarla al éxtasis místico con su amado Jesús (yo soy para mi amado y mi amado es para mí). (Yo soy Teresa de Jesús, y yo Jesús de Teresa).
Sus enseñanzas también, cómo no, están en sus obras, sus obras literarias y las fundaciones. Entre sus obras literarias destacan el libro de su VIDA, el de las Fundaciones, Camino de Perfeción, las Moradas o Castillo Interior, Desafío espiritual, Apuntaciones, etc. Y las más de seiscientas poesías llenas de gracia, amor y sentimiento. Su lenguaje llano, directo, en clarísimo castellano, llega a todos los lectores.
No en vano fué declarada doctora de la iglesia, única entre doctores; sólo ella y Sta.Catalia de Siena disfrutan de tal grado de sabiduría. Las fundaciones son numerosas: Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes (Dónde murió el 4 de octubre de 1582, a los 67 años), Segovia, Beas del Segura (Allí se puso enferma y no pudo venir a realizar la fundación del convento de Caravaca de la Cruz, enviando en su nombre a su ayudante, el joven fraile Antonio de Heredia), Villanueva de la Jara, Palencia, Soria y Burgos. –Sus confesores fueron: S.Fran de Borja, S.Pedro de Alcántara y el beato Juan de Ávila. Sus ayudantes y consejeros, San Juan de la Cruz y el padre de Antonio de Heredia.
Se derivan de su espíritu luchador y de su energía, ejemplo vivo para sus novicias y sus monjas. También su muerte nos sirve de ejemplo de resignación, de resistencia al dolor, llegando a impregnar su hábito sudario de estameña, con su sudor teñido de sangre. La obediencia a sus superiores a pesar de las persecuciones que sufrió por sus ideas reformistas y “revolucionarias”, llevándola a ser condenada por la para mí non santa Inquisición tenerla presa en Toledo, siendo liberada gracias a Fray Juan de la Miseria, un frailuco de Notoria Fama de Santidad en aquel tiempo. S.XVI.
En algunos de sus libros nos enseña uno de sus pensamientos “escandalosos” en aquel tiempo (¡ay de aquél que no tenga dudas!). La única manera de vencer esas dudas es la fé, la fé que te lleva al amor, a la caridad y a la esperanza en una vida mejor. Caridad y amor, base de nuestra religión, de los evangelios. – Nos enseñó a buscar a Dios “hasta en los cacharros”.